Lectores

viernes, 1 de enero de 2016

Última llamada para el polizon 2508; este barco no puede salir sin ti.

Tengo poco tiempo así que escucha (o lee atento)
Antes de que tú llegarás a mi puerta, ésta estaba completamente cerrada. Habia llaves, cerrojos, pero una mirilla por la que me encantaba ver gente pasar. Gente que sabía que no era la adecuada, que no merecía la pena, o tal vez,  solo merecían eso. Pena.
Antes de que tú llegaras para llegar a mi habitación había 212 escalones que tenías que saltar, esquivar o devorar.  Nunca nadie había conseguido desatar cada botón de mi piel, ni rozar cada centímetro de mi cuerpo. Contigo descubrí mis cosquillas detrás del lóbulo de mis orejas, y que mi espalda puede ser un lugar perfecto para hablar de futuro.
Antes de que tú llegaras la Navidad eran luces en las calles, y sombras en la casa. Eran las ausencias en la mesa, las ausencias en los caminos, en las esquinas, en el aire. Ahora, no solo hay luces fuera sino también dentro. Ahora sigue habiendo ausencias en la mesa, pero también hay presencias nuevas. Ahora, he aprendido (o sigo aprendiendo) a recordar sonriendo. A que el pasado no duela tanto.
Antes de que tú llegaras, no sabía que era mentira lo de las mariposas. Porque lo mío fueron verdaderos dinosaurios. No sabía lo que era, que de verdad, alguien por una jodida vez se enamorara de mi sonrisa. Y me lo dijera, sin miedo, sin temor. No sabía lo que significaba que alguien te quisiera sin limites, ni limitaciones. Sin fracciones, sin derivadas.
Antes de que tú llegaras, yo perdía la cabeza imaginándote. Y me deje el corazón cientos de veces en tu calle, sin ni siquiera saber de tu existencia.
Antes de que tú llegaras, yo ni siquiera me conocía. Nos descubrimos juntos, y está siendo el mejor viaje de mi vida.