Lectores

martes, 11 de noviembre de 2014

Magic, madness, heaven, sin...

La sequía fue lo peor. Meses y meses de tormentas de arena, y respiración polvorienta. Todo estaba oscuro, grisáceo y borroso. Y la vida se iba cruzando por caminos desentonados que me hacían sentir vértigo. Como una caída libre al infinito sin paracaídas. Fue una época de sabor a café amargo; al principio lo odias  pero conforme va pasando el tiempo te acostumbras y te parece que es el sabor más dulce que puedas recordar porque has pasado demasiado tiempo en coma emocional como para recordar que tu existencia es algo más que un mal trago. 
Las margaritas a las que le preguntaba dia a dia si te quería murieron de pena al ver que el bosque se iba marchitando al mismo paso que mis ojos se hinchaban y mi sonrisa desaparecía. El bosque eramos tu y yo; y estábamos muertos. Todo acabó. Podía sentir mis latidos; podía sentirlos como un reloj amenazante que a cada en punto me recordaba que seguía estando viva. Y de repente llovió.
Llovió y mis ojos se deshincharon. Y sentí cada gota sobre mi piel, repasando cada camino que habías trazado con tus dedos. Cada lagrima, cada llovizna, me limpio el alma. Me devolvió las margaritas, me secuestró las dudas, resucitó mis te quieros. Nuestros te quieros.  Recuperó mi sonrisa. La volvió hacer tuya.
Y de vez en cuando vuelve la tristeza, y la vida vuelve a parecer mas oscura, pero encontré el remedio perfecto para no perderme, ni perdernos nunca más…Tus brazos.  Y cuando creo que vuelvo a caer, recuerdo que siempre llevé paracaídas…Tus palabras. Y aprendí que tu me salvas en cada mala época, en cada sequia, en cada tormenta exagerada; porque hay personas que se convierten en salvavidas.

martes, 4 de noviembre de 2014

But loving him was red, oh red, burning red

Los semáforos estaban en rojo mientras yo adormecida esperaba y esperaba sin saber exactamente que, sin saber exactamente a quien.  La vida pasaba a mi alrededor como una película cutre de la que acabas siendo la protagonista.  Hasta que de repente un dia, sentada en el capot de aquel coche sin que el semáforo cambiara de color pasaste tu. No se si se es que se puso en verde, lo único que recuerdo es que acelere y me fui detrás de ti. La jugada me salió bien, y acabamos compartiendo el mismo coche, la misma vida. Puedo prometer que no me lo propuse, que no lo pensé, pero la primera vez que te vi ya supe que tu y yo crearíamos la química. Y que esta película cutre se transformaría en una romanticona película de amor.  Puedo prometer luchar hasta que me queden fuerzas por nosotros, por este amor que convirtió mi realidad en una sonrisa constante cada vez que pestañeas; por esta magia que se reinventa cada vez que me guiñas un ojo; por cada te quiero mientras me agarras de la cintura y me prometes una vida juntos. Porque yo solo pido eso, una historia interminable con el chico de los ojos verdes.