Lectores

lunes, 25 de abril de 2011

Algo parecido a una descarga, algo parecido a un huracán.

Te confesaré que hasta hace un par de años confundía tu nombre con el de tu hermano. Ahora podría decirlo junto a tu apellido sin pensarlo un segundo.
Desconocía si tu coche era éste o aquel. Hoy me sé tu matricula completa mejor que el abecedario.
Fueron innumerables las ocasiones en las que estuve en tu casa antes de que fueras mi chico, pero nunca había entrado en tu habitación. Las visitas que le he hecho a ésta en los últimos diez meses ganan por goleada a todas las veces que en dieciocho años he estado en el resto de tu hogar.
El Principito. Podría haberte contado la vida de su autor y haberte hecho un breve resumen de la obra, sin tan siquiera habermelo leído. Fuste tú el que me enseñó que no solo se compone de lo esencial es invisible para los ojos sino que lo hermoso del desierto es que en cualquier parte esconde un pozo.
Con todo esto, ¿que quiero decir? Que sino hubiera sido por ti, jamás se hubiera producido un acercamiento entre nosotros. Que tuvimos la maravillosa suerte de que el semáforo en rojo en el que estuve dos años parada, esperando, cambiara a verde en el mismo momento en el que le quitaban la señal de "prohibido el paso" a tu calle, que justamente era la próxima en mi recorrido. Por fortuna nunca he creido en los GPS, pues sino me hubiera llevado por un atajo, porque aunque todos los caminos llevan a Roma, yo siempre quise hacer escala en París.

sábado, 2 de abril de 2011

Tu voz cuando se mete en mi alma me hace un nudo en la garganta.

Como si derepente empezara a sonar la canción que necesitas en este momento, que te toque más que el alma, aunque solo sea por esta vez. Como si empezaras a entender todos los dobles sentidos de tu vida, tus caídas tontas y tus pisadas irregulares. Y te sale una sonrisa que no puedes evitar, parece que te sonries a ti mismo, pero no, le sonries al mundo. Te acabas dando cuenta de que tú, que te creías invecible, también necesitas besos en el cuello como el resto de los mortales. Que estás más perdida cuando no te pierdes en ese alguién. Y allá voy, a perderme en él. Y a no encontrarme en años luz.